En todos los trastornos de ansiedad son comunes pautas rígidas e inflexibles de evitación emocional que terminan por convertir un problema de la vida en un trastorno psiquiátrico.

Desde las nuevas terapias contextuales, se considera que precisamente esa evitación es el proceso problemático esencial que conduce a vivencias desordenadas de ansiedad y miedo. Por eso, trabajar en esa evitación experiencial es uno de los objetivos concretos más importantes del tratamiento.

Como alternativa a la evitación, se ofrece la aceptación, como opuesta a la lucha pero no de manera pasiva. Es decir, la práctica de la aceptación consciente y la actitud de “estar dispuesto” mientras se están experimentando sensaciones corporales, pensamientos o sentimientos desagradables (independientemente de que esta aceptación sea una respuesta espontánea o deba practicarse). El objetivo no es sentirse bien, sino ESTAR BIEN a pesar de estar experimentando sensaciones internas desagradables.

Sin embargo, llegados a este punto debemos rellenar el hueco que ha dejado el abandono de la lucha contra el malestar realizando algo que nos proporcione algún beneficio: El compromiso.

La evitación experiencial produce en las personas una serie de preocupaciones que desembocan en una vida limitada y una gran cantidad de sufrimiento. Así pues, mediante la terapia, se anima los pacientes a echar un profundo vistazo a su vida para identificar sus valores al tiempo que se comprometen a poner esos valores en práctica, mediante acciones libremente elegidas, pero sin esperar a “estar bien” para iniciarlas. SIN PONER EN PAUSA LA VIDA para poder atender a ese sufrimiento, sino vivir a pesar de él.

El alivio de los síntomas, de hecho, puede comenzar a darse a medida que se trabaja en la aceptación y así será también cuanto más comprometida esté una persona en los valores que realmente son importantes para su vida.

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