No está formado por psicólogos random, ni por profesionales que llegan por necesidad o por casualidad. Cada persona que forma parte de Turbón Psicología ha sido elegida con precisión quirúrgica: no solo por su formación, sino por su forma de estar en el mundo, por cómo entienden la psicología, por cómo se relacionan con el conocimiento… y con el dolor ajeno.

Marina fue la primera en llegar. Psicóloga perinatal, formada en ACT y en una sensibilidad que no se enseña en ningún máster. Marina llegó cuando yo ya no podía más. Cuando dirigir, cuidar y atender al mismo tiempo empezaba a pasarme factura. Ella no solo aportó profesionalidad y contención a los pacientes, sino que trajo calma al proyecto. Me ayudó a cuidar mejor de mí, y por eso, cuidamos mejor de todo lo demás.

Jorge llegó después. Psicólogo de los que ya no quedan: metódico, pragmático, brillante. Con una profundidad de análisis que impresiona y una capacidad única de traducir teoría compleja en herramientas claras, concretas y útiles para el paciente. Jorge no solo refuerza la estructura del gabinete: la eleva. Su presencia es sinónimo de confianza clínica, y tenerlo en el equipo es saber que el trabajo bien hecho está garantizado.

Cada una de estas personas ha sido elegida no solo por lo que sabe, sino por cómo vive su vocación. En este equipo hay honestidad, conocimiento, humildad y misión compartida: ofrecer una psicoterapia rigurosa y humana, donde no tengas que elegir entre sentirte comprendido o recibir una intervención con sentido.

Aquí no creemos que haya que elegir entre calidez o excelencia. Aquí luchamos por ofrecer ambas.

Este es mi equipo. Y me atrevo a decir que es uno de los mejores del sector.

No porque lo diga yo, sino porque lo demuestran en cada caso, cada sesión y cada decisión.